Para comprender el protagonismo del agua en Sevilla,
y la evolución de la hidrografía de la zona, hay que remontarse a la fundación de la ciudad, que se puede situar
unos 800 años antes de Cristo (estamos hablando por tanto de que se
aproxima a tres milenios de antigüedad, lo que la sitúa como una de las mas ancianas de Europa). Por
entonces, la zona era pantanosa en su
mayoría, salvándose tan solo una pequeña “colina”
en la que tiene origen la ciudad (En la zona de la Cuesta del Rosario). También, antiguamente el mar entraba mucho más
en la tierra, ocupando las actuales marismas, de manera que la desembocadura
del Guadalquivir estaba en Coria del Río.
Existen restos arqueológicos
que atestiguan cómo fueron las primeras casas,
elevadas sobre palos, que serían
responsables según algunas teorías del primitivo nombre de esta población, Ispal. La ciudad quedó situada entre el segundo
brazo del Guadalquivir y el arroyo Tagarete. Este segundo brazo, ha quedado
fosilizado en el urbanismo de Sevilla. Pasaba por la actual Alameda de
Hércules, continuaba hasta la Campana, el Ayuntamiento, Avenida de la Constitución
y finalmente se cerraba de nuevo cerca de donde, desde hace unos 8 siglos, se
ubica la Torre del Oro.
Este segundo brazo se secó en la época de dominación musulmana, cuando la ciudad creció y el mismo quedaba metido dentro de la zona amurallada. En el siglo
XVI, concretamente en el año 1574, se aprovechó parte de su antiguo cauce para
crear la Alameda de Hércules, que ha sobrevivido hasta nuestros días como
el jardín público más antiguo de Europa. La ciudad quedó entonces exenta de
ríos interiores, pero prácticamente rodeada. Al oeste de la ciudad estaba el Río Guadalquivir
y al sur y este el arroyo del Tagarete,afluente del primero. Este arroyo dotó de una fisionomía muy particular a esta
zona de la muralla, radicalmente diferente a la que podemos disfrutar a día de
hoy y que se puede ver en los antiguos grabados de la Puerta Jerez, o en las
fotos que nos muestran el gran tamaño
que tenían los caños de Carmona para salvar este arroyo.Más alejado hacia el sur estaba el Tamarguillo y aún más al sur el Guadaira.
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Puerta de Jerez junto al arroyo |
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Caños de Carmona cerca e su llegada a la Puerta homónima cruzando el Tagarete |
Se mantuvo así hasta la canalización del Tagarete en
el año 1771, aunque no fue suficiente y en
el año 1849 se decidió soterrarlo desde la altura de la Calle San Fernando
hasta su desembocadura. Los conductos que se hicieron con este fin aún se conservan y son utilizados para instalaciones de EMASESA. Posteriormente fue desviado, de forma que no llega a entrar en la ciudad y desemboca en el Tamarguillo, que también ha sido
reconducido y soterrado en parte hacia el norte. De esta forma, dentro de la
ciudad de Sevilla ya no queda ningún río real, puesto que el Guadalquivir en realidad tampoco discurre ya por la ciudad de Sevilla.
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Antiguo cauce subterráneo del Tagarete abierto por obras de mantenimiento en 2015 |
En realidad, el tradicional puente de Triana lo que cruza no es ya el río
Guadalquivir, sino el canal Alfonso XIII. A mediados del siglo XX se interrumpió el cauce del río a la altura del actual puente del
Cachorro , creando lo que se denominó el tapón de Chapina; el cual interrumpía la entrada de agua por el norte. Por el sur queda separado por la esclusa, que permite la entrada de barcos al canal.Para la exposición de 1992 se eliminó afortunadamente el tapón de Chapina y se trasladó la interrupción del río al extremo norte de la ciudad.
En el lugar se construyó el puente del Cristo de la Expiración que los sevillanos apodaron,
como muestra de su sentido del humor, puente de los leperos. Esta denominación es debida a que cuando se hizo todavía no se había quitado el
"tapón", por lo que la construcción parecía a ojos de los sevillanos un poco absurda, pues era un puente que no tenía todavía ningún escoyo que salvar. Ahora el caudal del río discurre por la periferia oeste de la ciudad, por un cauce artificial denominado la corta de la Cartuja que en el mapa se puede reconocer como tal, ya que es prácticamente recto.
Todas
estas obras se realizaron para evitar las constantes inundaciones que asolaban la ciudad por el desbordamiento del Guadalquivir o de sus afluentes,
y que dejaron muchas
tragedias,
pero también curiosas estampas como las de los barcos en la Alameda de Hércules, recordando a la mismísima Venecia.
Esta historia ha quedado marcada la ciudad con testigos como la anteriormente citada alameda o la Ronda del
Tamarguillo, que además de ser una fosilización urbana del antiguo cauce de este arroyo, ha tomado su nombre, al igual que ocurre el Guadaira y el parque hecho recientemente. Otro ejemplo curioso, por pasar desapercibido a
pesar de estar a la vista de todos y aparecer en muchas de las estampas de
Sevilla, es la desembocadura del
Tagarete que se conserva a los pies de la Torre del Oro, de cuando éste estaba canalizado bajo Tierra.
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Antigua desembocadura del Tagarete junto la Torre del Oro |
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